Al menos para los liberales, la democracia es un sistema de gobierno opuesto a todo tipo de dictadura (incluida la de la mayoría), en el que a través del voto secreto, universal y directo, y en una competencia con pluralismo político, los ciudadanos eligen a quienes deberán administrar su Estado dentro del marco del respeto a los principios de libertad individual, libre expresión, separación y equilibrio de poderes, generalidad de la Ley e igualdad ante ésta, y donde los individuos están solamente sometidos a las leyes y no a personas. Comúnmente, todo ello está sustentado y complementado por una Constitución limitadora del poder público.
Entonces ¿cuándo se pierde la democracia? Cuando alguno o varios de estos elementos faltan o se encuentran en peligro y, al revés, la democracia persiste cuando todos ellos están presentes.
En Latinoamérica parecemos haber reducido la democracia, de ser un sistema con todos esos elementos en juego, a la mera existencia de un Presidente elegido por voto popular.
Sólo así se puede explicar que cuando un Presidente es retirado de su cargo lluevan las protestas y las acusaciones de “golpe de Estado” ¿Quién protesta y lanza las mismas diatribas cuando la cabeza de un Poder Judicial o algún miembro del Legislativo es suspendido de sus funciones?, ¿acaso esos dos poderes públicos no ostentan la misma jerarquía que el Ejecutivo?
Presidente no es sinónimo de democracia, así como no lo son diputados, senadores, magistrados y jueces, éstos son tan sólo funcionarios. En la definición precedente no se menciona a ninguna autoridad precisamente porque la democracia va más allá de las personas y sus cargos, constituyéndose en un conjunto de valores, garantías y candados que hacen a la libertad y los derechos de las personas.
Ya sea que a determinada autoridad se la retire de su cargo o no, la clave para saber si la democracia sigue en pie está en verificar si los elementos que la componen continúan vigentes.
Así, cuando un gobernante ha sido suspendido, se debe verificar si para ello se cumplieron las rigurosidades de la Ley. En casos como los de Abdalá Bucaram, Manuel Zelaya o Fernando Lugo, se debe revisar si se cumplió lo que manda la Constitución antes de juzgar el hecho.
Luego de verificado aquello, se debe constatar si efectivamente los elementos mencionados arriba siguen presentes. Por ejemplo, si un nuevo Presidente, fruto de un proceso institucional de suspensión del anterior, suprime alguna de las garantías, los derechos o la libertad, entonces se tratará de un golpe al sistema democrático.
Y esto puede suceder incluso cuando un Presidente elegido por la gente permanece en su cargo.
¿Qué pasó con Fujimori? Era un Presidente elegido por el voto, que cerró el Parlamento peruano y en cuyo gobierno se efectuaron innumerables vulneraciones a los Derechos Humanos. La democracia, entonces, no existía más que como “Presidente elegido por el voto”
¿Qué pasa con Evo Morales, Rafael Correa y Hugo Chávez? Son Presidentes elegidos por el voto, pero la cualidad democrática de sus gobiernos está en duda por los ataques contra la libre expresión, el monopolio y concentración del poder, y la persecución política.
¿Qué pasa con Federico Franco? Al parecer el proceso de suspensión de Lugo se ajustó al mandato constitucional, pero habrá que ver si el resto de elementos que componen la democracia son fielmente respetados, tanto para los ciudadanos como para la oposición política. Entonces la democracia seguirá en pie.