Tanto en Bolivia como en varios países donde se han establecido -al menos temporalmente- regímenes encabezados por partidos políticos hegemónicos acaudillados por liderazgos sofocantes y autoritarios, se expande la idea de que la única salida para deshacerse de ellos, electoralmente hablando, es la unidad de la oposición.
Parece no notarse que aquello se ha intentado de diferentes maneras y casi con los mismos resultados en distintos lugares. El último intento ha sido realizado en Venezuela, con resultados menos alentadores que los esperados.
El primer intento boliviano fue en el año 2005. De un total de ocho candidaturas a la presidencia, la votación se concentró en Evo Morales Ayma, con 53,72% de votos, y Jorge Tuto Quiroga, con 28,62%. A partir del tercer lugar, la votación obtenida por otros candidatos se redujo a menos del 10%, con Samuel Doria Medina (7,81%) y Michiaki Nagatani Morishita (6,46%) en tercer y cuarto lugar respectivamente.
El segundo intento se realizó en 2009, cuando Morales obtuvo 64,22% de votos, mientras que Manfred Reyes Villa logró 26,46%. En ésta elección, la votación conseguida por el tercer (Doria Medina con 5,65%) y cuarto (René Joaquino con 2,31%) lugares, fue bastante menor que el voto alcanzado por esos lugares en las elecciones anteriores.
Vale la pena aclarar que en ninguno de los casos se habla de una candidatura verdaderamente única pues, mientras que en Bolivia se presentaron ocho (tanto en 2005 como en 2009), en las elecciones venezolanas de 2012 se presentaron seis candidatos en total.
Es evidente que en ninguna de las elecciones cuyos datos se han mencionado, la sumatoria del total de votos de la oposición habría alcanzado para vencer a Evo Morales. Ésta afirmación es aún más contundente en el caso de la elección de 2009.
Siendo así ¿por qué la desesperación con que se proclama la necesidad de unidad en la oposición para las siguientes elecciones?, ¿acaso alguien cree que parte de ese 53,72% de bolivianos que votaron por el MAS, que luego se amplió a 64,22%, habrían votado por una candidatura de oposición por el sólo hecho de haberse presentado como única?
La urgencia de conformar una candidatura única de oposición puede comprensiblemente ser el desesperado deseo ciudadano por evitar, a toda costa, una nueva victoria de Evo Morales en las elecciones de 2014. Empero, creo que los políticos deben ser menos superficiales a la hora de definir prioridades y urgencias para un siguiente acto eleccionario.
La unidad no es más que una ilusión gestada por la desesperación ciudadana, cuyo cauce no debería llevarse consigo a los políticos y sus decisiones.
Regresando a los datos de las elecciones pasadas, debería ser lógico pensar que la verdadera clave del asunto es arrebatarle al MAS una buena tajada de su electorado que, dicho sea de paso, no parece entusiasmar mucho con algunos sectores de la oposición, por lo que unificarlos a todos podría resultar, más bien, contraproducente.
Hablo de un voto que ha vivido cercano al MAS, pero que estaría dispuesto a elegir una alternativa más democrática y eficiente, siempre y cuando conserve algunos ingredientes simbólicos del oficialismo. Ese voto difícilmente podría ser conquistado por las opciones políticas que consolidarían el voto opositor tradicional, por percibirse que se encuentran, ambos electorados, en posiciones políticamente antagónicas.
La dispersión excesiva sería un error, pero la unidad absoluta sería un suicidio estratégico.