Leo el periódico y me encuentro con una gran noticia. Raqaypampa, una comunidad radicada en el municipio de Mizque, del departamento de Cochabamba “está a punto de convertirse en la primera comunidad indígena originaria con autonomía, y con la consolidación de sus galletitas de trigo T’ikita logra la primera Oecom (Organización Económica Comunitaria), reconocida por la Constitución Política del Estado (CPE), es decir, una empresa que invierte las ganancias en la misma comunidad.”
Inmediatamente twiteo la noticia y pongo “Empresa y riqueza para la gente. No para los Gobiernos ni para los políticos. Eso estoy dispuesto a apoyar y aplaudir.”
Y cuando uso el término “aplaudir” no me refiero solamente a los miembros de dicha comunidad, sino también a las autoridades municipales de Mizque, al Instituto Socio Ambiental (ISA-Bolivia), a la empresa IC Norte, al Programa Nacional Biocultura y a la Cooperación Suiza para el Desarrollo (Cosude).
La noticia no es poca cosa y, por el contrario, es muy significativa. Se trata de la constatación de que es posible trabajar y complementar lo privado con lo público y con lo ciudadano (sea de manera individual o comunitaria) para llevar adelante iniciativas que generen oportunidades y riqueza para las personas, mostrándonos una luz de esperanza que nos guíe a la erradicación de la pobreza.
Esta experiencia es la demostración de que el Estado puede ser un formidable aliado de los bolivianos, no en la otorgación de ayudas y dádivas, sino en la construcción de oportunidades para que la gente obtenga la dignidad de valerse por sí misma, siendo rectora de su propio destino, y gestora de su progreso y bienestar.
Y cuando uso el término “apoyar” tengo en mente la idea de que experiencias como ésta podrían ser replicadas con innumerables iniciativas que transformarían a gran parte de nuestra ciudadanía en empresarios y productores, quienes a su vez, y fruto de su actividad, beneficiarían a muchas más personas a través de la circulación distributiva de riqueza. Hecho que merecería ser apoyado y alentado desde el lugar en que uno se encuentre.
Quisiera que el Gobierno nacional, los gobiernos departamentales y los municipales, prestaran mucha atención a lo que en Raqaypampa ha sucedido, pues constituye un ejemplo de la forma en que las instituciones deberían actuar si es que la tan mentada lucha contra la pobreza es una verdadera prioridad.
Mientras escribo esta columna y pienso en las cosas que podría decir, no dejo de sentir una gran alegría por los comunarios de Raqaypampa, así como una gran gratitud por todos quienes han hecho posible que la iniciativa tenga éxito; actores públicos, privados y extranjeros, que de manera conjunta han facilitado a estas personas un elemento esencial de la libertad, la autonomía y la autodeterminación humana, que no es otra cosas que el valerte por ti mismo para así ser dueño de tus propias decisiones, siendo tu esfuerzo, tu talento y tu creatividad los motores de tu fortuna.
¿Por qué un columnista que no se beneficia en nada con esta noticia se desvive en elogios y felicitaciones? Porque tengo esperanza.
Tengo esperanza de que éste no sea un caso aislado y que podamos, dentro de poco, comprender que con la visión puesta en el ser humano, en las personas, en los individuos, el trabajo y apoyo de las instituciones puede convertirse en la chispa que inicie el despegue del país.