Esta columna se publicó el 14 de octubre de 2009 en Los Tiempos, antes de las elecciones, cuando el sujeto en cuestión aseguraba que se quedaría en el país.
Se que esta columna, y probablemente otras que vaya a escribir, van a causar una serie de desamores hacia mi persona, pero dado que no estoy manifestando ninguna mentira, que mis opiniones siempre se han basado en información verdadera, y que siempre me he sentido y aún me siento libre de decir lo que pienso y siento, no veo ninguna razón por la que tuviera que guardar un “discreto silencio”. Especialmente si son verdaderas nuestras intenciones de que la política y los políticos en Bolivia sean distintos, y si no es pura pose eso de que estamos hartos de tanta chapucería y engaño.
Harry Houdini es conocido mundialmente como el mejor escapista de la historia, su espectáculo consistía en hacerse inmovilizar con diferentes tipos de cadenas, esposas, o cuerdas, así como ser encerrado en sacos, cofres u otros receptáculos, y huir de todos ellos rápida y sorprendentemente. Tan infalibles fueron sus hazañas, que su muerte se debió a una peritonitis agravada por unos golpes en el abdomen, y no a un error durante algún show.
Manfred Reyes Villa, candidato a la presidencia de Bolivia, es conocido -o al menos debería ser conocido departamentalmente- como el mejor escapista político de los últimos años, su espectáculo ha consistido en huir de cualquier atadura que implique compromiso, lealtad o responsabilidad con sus electores, puesto que siempre que hemos vivido situaciones extremas, él ha estado con un pie -si es que no los dos- fuera de Cochabamba, asegurándose de salvarse de cualquier peligro que pudiera correr.
Para el 11 de enero del 2007, por ejemplo, Manfred estaba ya en Estados Unidos, seguro de no correr ningún peligro ante el desgraciado conflicto que se armó en nuestra ciudad. Y que conste que no me estoy quejando de que alguien viaje al país que quiera cuando quiera, sino del hecho de que lo haga una autoridad que, al menos en teoría, debería mostrar mayor compromiso y lealtad por los ciudadanos gracias a quienes ha ostentado los cargos que se le han otorgado, y por quienes debería sentir un mínimo de consideración.
Para el 4 de mayo del 2008, día del referéndum cruceño por sus estatutos autonómicos, Manfred estaba en esa ciudad y prácticamente con un pie en el vuelo para Miami. Seguramente el temor era que el gobierno tratase de parar el referéndum con algún tipo de medida de excepción, que le permitiera detener a los líderes opositores arbitrariamente.
Otra ocasión en que los ciudadanos quedaron solos, aún estando Manfred en Cochabamba, fue para el referéndum revocatorio del 10 de agosto del 2008. Con la fácil excusa de que era ilegal, Reyes Villa optó por no defender una Prefectura que los ciudadanos le habían encomendado con sus votos, y ni siquiera fue capaz de votar por sí mismo, simplemente decidió abstenerse. Muy diferente a José Luís Paredes, que terminó peleando hasta el último momento, y que aunque de todos modos perdió el revocatorio, los ciudadanos que votaron porque se quedara fueron una cantidad mayor a la de ciudadanos que le habían elegido el año 2005. Manfred tenía en Cochabamba muchas más posibilidades que Paredes, pero prefirió la salida fácil.
No es costumbre de Manfred hacer lo del buen Capitán del barco que, a diferencia de las ratas que son las primeras en huir, se asegura de salvar a la mayor parte que se pueda de los pasajeros y tripulación, e incluso se afana por tratar de salvar al mismo barco, llegando muy comúnmente a hundirse con él.
Este, evidentemente, no es el comportamiento de un verdadero líder, y más bien debería recordarnos a un Tuto Quiroga que, en el momento en que poseía una tremenda credibilidad ante los bolivianos, y cuando el gobierno de Carlos Mesa requería de todos los apoyos posibles para sacar el barco a flote, prefirió quedarse en Estados Unidos cuidando su imagen para unas elecciones en las que de todos modos Evo Morales le hizo trizas.
Lo que sucede es que a los líderes, esos ciudadanos que las sociedades miran como paradigmas, se los necesita precisamente en los momentos de crisis y de peligro, en las ocasiones en que temeraria y audazmente se deba resolver enredos que amenacen peligrosamente el orden social, y no tanto en los momentos en que todo anda bien.
Esa es la razón por la que cada vez que veo a Reyes Villa haciendo campaña y transmitiendo su fútil discurso, me pregunto: ¿Y cuándo nos volverá a dejar Manfred?