«

»

Buenos salvajes y revolucionarios

Share Button

Carlos Rangel, un intelectual venezolano que se ocupó de analizar y desvelar mitos muy propios de América Latina en su célebre obra “Del Buen Salvaje al Buen Revolucionario” describió nuestra situación como el resultado de un fracaso recurrente y duradero, enmascarado inicialmente por el mito del buen salvaje, que luego evolucionaría hasta convertirse en el mito del buen revolucionario.

El primer estado del mito encubridor de los propios fracasos, consistía en la fábula popularmente difundida de que, antes de la llegada de los conquistadores españoles, los habitantes de este continente personificaban la “inocencia humana antes de la caída”.

El mismo Colón había escrito en sus cartas a los Reyes Católicos, sobre los habitantes de las islas del mar Caribe: “Certifico a sus altezas que no existe mejor tierra ni mejor gente: aman a su prójimo como a ellos mismos y hablan la lengua más suave del mundo” reforzando así, como muchos otros, la fantasía de su implícita inocencia y necesaria bondad.

Pero hemos dicho que el mito del buen salvaje se resumía en la idea de “la inocencia humana antes de la caída” Entonces cabe la pregunta: ¿La caída en qué? En las garras de la civilización occidental corruptora, por supuesto.

Y es que el fin último del mito, es la expiación de cualquier culpa a los latinoamericanos por nuestros propios fracasos, basada en la creencia de nuestra inocencia y bondad original, que habría sido arrebatada y mancillada por la corrupción ibérica.

En el mismo libro, Rangel muestra cómo, luego de describir lo angelical de los habitantes de América, Montaigne se lamentaba: “[Desconocen por su inocencia] lo costoso que será un día a su tranquilidad y dicha el conocimiento de la corrupción (europea) y que su comercio con nosotros engendrará su ruina”

¿Cómo es que el mito del buen salvaje se transmuta en el mito del buen revolucionario? La clave para comprender la transformación radica en la identidad entre el primero y el segundo; aquel es el origen, y éste es el resultado luego de la salvación, pero ambos implican la necesaria inocencia y merecida felicidad, arrebatadas, en el primer caso, y negadas en el segundo, no por errores o fracasos propios, sino por fuerzas externas de explotación y corrupción, que han conspirado eternamente por sumirnos en la infelicidad.

El buen revolucionario, es el camino moderno para recuperar aquella felicidad y dicha perdidas a causa de la corrupción europea, para restablecer el dominio de los inocentes sobre sus tierras y sus riquezas, y así retornar a la edad de oro, ya desembarazados de la corrupción occidental, y convertidos en los otrora salvajes que impusieron la justicia liberándose heroicamente del opresor.

La transmutación descrita por Rangel, desde salvaje hasta revolucionario, no implica la negación del primero por el segundo, sino al primero como justificación y causa del segundo.

Esta obra fue escrita en 1976, cuando yo tenía apenas un año de edad, y sin embargo hoy, las ideas y discurso de muchos gobiernos latinoamericanos se basan esencialmente en las mismas premisas criticadas y refutadas por Rangel. Los buenos revolucionarios han dado paso a nuevos revolucionarios igual o aún más buenos, y algunos buenos salvajes han reeditado el mito, reforzándose entre salvajes y revolucionarios, y articulando discursos en apariencia novedosos, pero que en el fondo terminan siendo los mismos.

Share Button

Permanent link to this article: https://jlizandrocolmos.com/2013/04/05/buenos-salvajes-y-revolucionarios/

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

You may use these HTML tags and attributes: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>

Featuring Recent Posts WordPress Widget development by YD