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García Linera y la caída de la URSS

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En “El Socialismo Comunitario” el Vicepresidente García se pregunta respecto del comunismo: “¿Qué pasó con Rusia o con China Comunista?” y responde que:

…avanzaron y retrocedieron, hubo muchas experiencias de comenzar a llegar pero en el segundo o tercer paso retrocedieron. Muchas luchas todavía persisten, hace falta que no sea sólo un país sino el mundo entero, no es un camino fácil, tal vez tardemos siglos o décadas, depende de las luchas de los pueblos, de su capacidad de unificarse, movilizarse y plantear alternativas.” (página 14 del libro señalado)

Lo que falló en la implementación del comunismo en estos países, según él, fue el internacionalismo. No existió un impulso global, un poder planetario suficiente para sostener las iniciativas de colectivización de las sociedades. Ese habría sido el error, la debilidad.

Pareciera que se olvida que la Unión Soviética constituyó un poder planetario suficiente para impulsar el internacionalismo que tanto requiere García y que, aunque sin éxito, trató de hacer uso efectivo de él.

Existen sin embargo algunos datos que agregar, que pudieran ayudarnos a explorar explicaciones diferentes para el fracaso del comunismo. De acuerdo al Literatournaya Gazeta del 30 de septiembre de 1987

…el número de las víctimas del hambre y del terror durante los años treinta y durante la guerra superan con mucho, según los demógrafos soviéticos, súbitamente locuaces, las más despiadadas evaluaciones de la historiografía anticomunista. En 1940, la población de la Unión Soviética era de 194,1 millones de habitantes y se reducía hasta 167 millones en 1946. Como la guerra costó la vida de veinte millones de soviéticos, la diferencia, siete millones, se debe, pues, a la represión. Peor aún: esta diferencia se amplía todavía más si se toma como base de cálculo no una población estática, puro absurdo demográfico, sino la población de 1940 aumentada en su crecimiento previsible durante los seis años siguientes. Prolongando la tasa de crecimiento de los años treinta, ya particularmente baja en razón de la anormal mortalidad debida al hambre y al terror, se llega a la cifra de 213 millones de habitantes que hubiera debido ser la de la Unión Soviética en 1946. Son, pues, 46 millones los ciudadanos que han desaparecido, o sea, 26 millones de muertos de hambre y de la represión.” (citado por Jean François Revel en “El Conocimiento Inútil”, página 263)

Si seis millones de muertos por el Holocausto Judío constituyeron una vergüenza y escándalo mundial, es obvio que veintiséis millones de muertos por hambre y represión, en tan sólo seis años, tienen que ser razón suficiente para explicar el fracaso del comunismo soviético.

Rodrigo Antezana, en su libro “Ideas Homicidas: El criminal legado marxista leninista” describe cómo una de las primeras “purgas” de Stalin, practicada contra el campesinado, que se oponía a la colectivización, tenía el objetivo de recuperar terrenos y duplicar la cosecha, pero que:

El efecto fue el opuesto, entre 1930 y 1931 la producción cayó de 83,5 a 69,5 MTM [milllones de toneladas]. La magia económica del gran líder había logrado desaparecer 14 MTM. El resultado en ganadería fue incluso más desastroso, el número de cabezas se redujo de 70,5 millones (1928) a 38,4 (1933), ovejas y cabras de 146,7 a 50,2 millones.” (página 16)

El hambre y la represión, entonces, suenan como dos razones muchos más verosímiles que el fracaso del internacionalismo, para la caída de la Unión Soviética.

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