La expresión es el cuerpo del pensamiento. Al expresarnos no hacemos otra cosa que exteriorizar nuestros pensamientos a través de los medios disponibles; lo que estaba confinado en la mente de alguien, cobra real existencia como manifestación ¿cómo más podríamos saber qué es lo que piensan los otros?
Pero el pensamiento no sólo cobra existencia al transformarse en expresión, sino también relevancia y riqueza. Relevancia porque mientras se mantenga cautivo en la mente de un hombre no podrá ser del interés de nadie; y riqueza porque al ser expuesto a otras mentes, inevitablemente será juzgado, criticado o comentado, lo que llevará a que sea modificado, perfeccionado, complementado, descartado, etcétera.
La expresión, entonces, hace al pensamiento existir, importar y mejorar. Atacar los medios por los que podemos expresarnos; es decir, atacar la libre expresión, no es otra cosa que atacar la libertad de pensamiento.
Desde hace años, el gobierno de Morales, declara que sus principales enemigos son los medios que ejercen -según el propio Presidente boliviano- libertinaje de expresión. Hace un par de días tuvieron que hacer declaraciones en la Fiscalía los responsables de ANF, Página Siete y El Diario, por un juicio que se les ha iniciado por supuesta distorsión de unas declaraciones de Morales. Y el Vicepresidente García ha afirmado recientemente que registra a las personas que insultan al Presidente a través de las redes sociales, cosa que ha motivado la triste iniciativa de diseñar alguna ley para regular el uso de las mismas.
En estos y otros casos, hablamos de expresiones que han incomodado a los poderosos, de pensamientos que, según ellos, no deberían existir por ser considerados falsos u ofensivos. El gobierno ha declarado al pensamiento como su enemigo, le ha iniciado juicios y tiene pretensiones de regularlo.
Pero ¿quién es buen juez de los pensamientos y las ideas de otros?, ¿alguno de nosotros conocerá la verdad con una certeza tan absoluta, que le haga merecedor de ser juez de las ideas de todos?
Morales y su gobierno deben creer ser esos seres perfectos, conocedores de la verdad y dechados de virtudes, para pretender ser inmunes a la crítica –incluso a la crítica a veces injusta y excesivamente agresiva- regulando, dirigiendo y filtrando el pensamiento que ellos consideran incorrecto, castigando aquel pensamiento contrario que hubiera podido correr libre, y haciéndose intocables frente a las ideas que corren por las mentes de las personas.
Los déspotas alrededor del mundo siempre han aborrecido que la gente piense, porque ha sido la expresión de ese pensamiento la que ha desenmascarado imposturas y engaños, ha puesto en evidencia la desnudez moral de grandes tiranos y ha causado la caída de muchos gobernantes que creían mantenerse en el poder ad eternum.
Pero no son sólo los juicios, las declaraciones de enemistad y la amenazas vicepresidenciales las innobles armas que se usan contra el pensamiento, ni son sólo personeros del gobierno de Morales quienes preferirían que la gente dejara de pensar. También están las acciones de hecho -como la emprendida contra Radio Popular de Yacuiba- y también están otros grupos y personajes con poder económico y político, que no tienen el más mínimo respeto por la gente.
Desde esta columna, quiero hacer público mi sentimiento de solidaridad y amistad con el Señor Fernando Vidal y su familia, así como con todas las víctimas de esta guerra contra quienes se atreven a decir lo que piensan.