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Tortura y asesinato en Bolivia

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Hace tiempo ya, se ha establecido de manera certera que la tortura no sólo es aquella acción que causa daño y dolor físico, sino también la que implica sufrimiento psicológico. Todo lo que deliberadamente se pudiera hacer a alguien para provocar temor, ansiedad, tensión nerviosa, depresión, desesperación, sentimiento de impotencia, y otras emociones penosas, angustiantes y dolorosas, es catalogado como tortura psicológica y es visto como un delito tan condenable como la tortura física.

En otros tiempos existía la figura de la “muerte civil” que, igual que la pena de muerte física, ha sido eliminada del conjunto de condenas jurídicas en los países que se han adherido a los convenios de protección y respeto de los Derechos Humanos.

La muerte civil consistía en suspender los derechos políticos, ciudadanos y hasta la identidad, a un individuo, convirtiéndolo en un muerto en vida, pues aunque físicamente aún existía, formal y socialmente se le convertía en un paria, excluido por completo del grupo al que llamamos “sociedad”

Quiero llamar la atención de la ciudadanía boliviana y de la comunidad internacional respecto de la tortura y el asesinato que se están practicando en Bolivia por obra de la arbitrariedad de los órganos de poder del gobierno, contra las personas cuya voz, acciones y presencia, incomodan a quienes hoy se creen dueños de la verdad y del país.

Varios de los líderes políticos que tienen procesos judiciales en curso, iniciados en muchos casos sobre la base de la figura jurídica franquista llamada “desacato”, están siendo torturados psicológicamente, pues deben asistir a múltiples audiencias en un sistema de justicia que transforma los juicios en peregrinajes (Roger Pinto tenía citaciones para declarar en La Paz, Santa Cruz, Sucre y Cobija), con las consecuencias psicológicas de los viajes de un lugar a otro, el no cumplimiento de las obligaciones en el trabajo, abandono de la familia y asuntos personales, gastos económicos, etc. Todo para que las audiencias sean suspendidas o los juicios extendidos como calvarios.

Son evidentes todos los nervios y ansiedades que causan múltiples juicios, a los que hay que agregar los ataques políticos y amenazas, que a veces se extienden a familiares y amigos, con la consecuente acumulación de abundantes presiones, impotencias, depresiones y tensiones.

Pero en Bolivia también hay asesinato gubernamental. Uno muy similar a la muerte civil que creíamos desterrada para siempre de la civilización moderna.

Asesinado política y cívicamente está Leopoldo Fernández, a quien se le ha quitado la libertad, la voz y los derechos, manteniéndoselo vivo biológicamente, pero desaparecido como político, como ciudadano, como esposo, padre y amigo.

Los que se han visto y se ven obligados a huir al exilio también son individuos asesinados política y cívicamente, pues es obvio que tampoco pueden hablar, postular… en fin, estar presentes en su propio país, ser parte de sus asuntos, ver a quienes aman, etc.

En Bolivia se tortura psicológicamente utilizando los fiscales y tribunales para acosar a las víctimas, buscando renuncien a toda acción, o incrementando en ellos la presión hasta la desesperación.

En Bolivia se asesina cívicamente suspendiendo derechos políticos a sola acusación de fiscal, manteniendo presos “preventivamente” por más de tres años, obligando al autoexilio o a la autocensura.

Estas personas han sido y están siendo torturadas. Y cuando no las veamos actuar más, habrán sido asesinadas.

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