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A la gente trabajadora de Bolivia

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Es esencial que los trabajadores bolivianos, todos ellos, y no sólo aquellos que por ventura cuentan con un empleo asalariado, incrementen los ingresos que perciben por la inversión de su esfuerzo, talento y creatividad.

Es innegable, también, que los médicos del país, igual que cualquier trabajador, merecen ser tratados sobre la base de las normas laborales; y que si se pretende incrementar sus horas de trabajo, su salario debe incrementarse de manera proporcional.

Todos ellos, igual que muchos bolivianos, están esperando que aquellas demandas, planteadas en pos de una mejor vida y en exigencia de un pago equivalente al esfuerzo invertido, sean satisfechas por un gobierno que ha pretendido mostrarse como una divinidad que distribuye la ilimitada abundancia entre los mortales.

El problema es que ni Evo Morales es dios, ni los recursos del gobierno son ilimitados. En los hechos, aun cuando el masismo devolviera el lujoso avión presidencial, desechara sus planes de construir nuevos palacios de gobierno y comprar satélites, u otros despilfarros consumados y por consumarse, no sería posible satisfacer el conjunto de las demandas y necesidades de la gente trabajadora.

Es por ello que requerimos abordar dichos problemas a partir de una perspectiva muy distinta a la que Evo Morales y su gobierno han asumido como política del Estado boliviano.

No debemos pretender más que el problema sea la existencia de ciudadanos ricos, sino alentar la generación de mayor riqueza en cada vez más manos; tampoco podemos continuar aplaudiendo cuando a una persona se le arrebata su propiedad -sea ésta grande o pequeña- por parecernos “excesiva”, cuando lo que necesitamos es que cada vez más bolivianos sean propietarios y empresarios honestos, que generen más empleos y requieran los servicios de otros.

El camino correcto para solucionar las carencias y necesidades de la gente trabajadora, no es que los políticos y los burócratas inviertan dinero ajeno para abrir empresas y convertirse en incompetentes empresarios, sino exigir al gobierno las más amplias facilidades económicas, jurídicas y burocráticas para que sean los ciudadanos quienes realicen emprendimientos que incrementen la productividad y el empleo.

El dinero requerido para mejorar la vida de las personas trabajadoras está esperando en los bolsillos de miles de millones de consumidores alrededor del mundo, a quienes que no vamos a vender nada mientras continuemos con nuestra visión negativa en torno a los mercados de exportación y los acuerdos de comercio.

Crear más empresas, conseguir más mercados, vender más, comerciar y negociar, inevitablemente va a causar que algunos ricos sean más ricos, y que aparezcan nuevos ricos, pero también va a significar que todo ese movimiento económico demandará mayores cantidades de trabajadores, técnicos y profesionales, jóvenes y experimentados, al igual que los servicios de médicos, abogados, diseñadores, etc.

Cuanto menos alentemos el emprendimiento, y cuanto más rechacemos la actuación del capital en el país, mayor será nuestra dependencia frente a las dádivas gubernamentales y la buena voluntad de los políticos, y por tanto mayor nuestra servidumbre por sus deseos de poder y dominación.

Los bolivianos necesitamos que nos dejen trabajar, liberándonos de trabas burocráticas, regulaciones y favoritismos políticos; que se nos mire bien por querer comprar y vender para conseguir ganancias; y que se nos ayude a convencer a los clientes en lugar de ahuyentarlos.

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